Y en el día del Señor
todas Tus Cruces se hilvanan sobre mi piel
dibujando cascadas de pausa
que colman de serenidad cada uno de mis pensamientos.
Y se cosen,
desde mi alma hasta cada porción de mi carne,
los senderos de Tus Manos,
los galopes de Tu Mirada
y el arrullo de Tu Verbo,
sinfonía de placer que encumbra Mi Entrega a Ti.
Azul de Magdalia