Un sencillo gesto de la Mano que me sostiene, de la que me asgo, confiando y sintiendo, elevando la mirada de manera regia e intensa, sin miedos. Esa Mano que me alimenta y me guía. Esa Mano que se ennoblece sobre mi piel, que acaricia el silencio de mi pensamiento cuando, erguido, se entrega a Él.
Azul de Magdalia