Ese deseo, comulgado de Ambos, que produce un escalofrío por sentirme (y verme) expuesta ante Ti, como un milagro de flor abierta al sol; de saberme tan observada como mimada, incidente, coincidente… (hasta) adorada.
Sensación excelsa, naciente en la punta de mis dedos, enhebrada en cada uno de mis pensamientos, taladrada la piel, horadada… perpetua y penitente, sedienta del hambre de tu piel, de tu cuerpo; descubierta en un infinito Pecado, tentada por Tu Voz, por el enigma redimido de Tu Voluntad, por el espasmo que me eclipsa la luz oscura de la mente y me enerva, cual hiedra, a los muros de este anhelo que hace agua.
Azul de Magdalia
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Agradecida por la visita y por el tiempo que me haya sido dedicado.