Percibir en un requiebro, el deseo… los gemidos que bullen en mi pecho, ataviado de mil caricias encordadas, cediendo, dando…, sintiendo la mirada que prolonga mis anhelos, el temblor de mi piel…
y de mi alma en la conjunción de un beso donde mi lengua, doblegada a la profanación, se vence al impulso de Tu Dádiva.
Azul de Magdalia
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Agradecida por la visita y por el tiempo que me haya sido dedicado.